Educar aceptando el miedo
El miedo es una respuesta fisiológica y emocional de nuestro organismo diseñada para protegernos y sobrevivir a los peligros externos. Evolutivamente ha protegido a nuestra especie pero, ¿actualmente hacemos un uso correcto?
Es común e incluso saludable que l@s niñ@s sientan miedo ante algunas situaciones, de esta forma el cuerpo responde en estado de alerta y les protege de posibles peligros. En cada etapa evolutiva, hay temores comunes en casi todos l@s niñ@s, los cuales son superados por sí solos a medida que desarrollan su capacidad de comprensión y sus habilidades cognitivas.
Miedos evolutivos:
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- Hasta los 6 meses se considera que los bebés expresan en muy pocas ocasiones el miedo.
- En los dos primeros años pueden temer a desconocidos, separación o ausencia de los padres o fuertes ruidos. Por lo general los miedos en este momento evolutivo son positivos incluso se puede considerar presencia de madurez.
- De los 2 a 6 años aparecen los miedos infantiles. No solo a estímulos externos como animales, separación ausencia de padre, a las heridas, sino también a estímulos imaginarios como a los fantasmas, monstruos y a la oscuridad.
- En la etapa escolar de primaria, de los 7 a los 11 años, los miedos imaginarios comienzan a disminuir y aparecen miedos relacionados con su realidad. Miedo a hacer el ridículo por ser juzgados por supuestas faltas de habilidades académicas, sociales o personales. Se mantienen los miedos los accidentes a los daños físicos tratamientos médicos. Poco a poco van desapareciendo los miedos imaginarios, la oscuridad y a seres imaginarios.
Teniendo en cuenta estas fases evolutivas, los miedos infantiles por sí solos no deben ser motivo de preocupación ni son un problema.
Ciertos acontecimientos, cambios en los entornos o en la sociedad pueden generar la respuesta de miedo, inseguridad o incertidumbre. Situaciones como enfermedades o muertes familiares, situaciones epidemiológicas como el COVID o guerras pueden provocar cambios de respuesta conductuales o emocionales en los niños. Por otro lado, en los casos donde la intensidad sea muy elevada y la persistencia de estos miedos provoquen repercusiones en alguno de los ámbitos personal, familiar, académico o social, entonces, es aconsejable solicitar ayuda a un profesional.
Amit representa al personaje del circo que muestra más dificultades para gestionar las emociones relacionadas con el miedo, así como la vergüenza o la preocupación por ser juzgado.
Amit tiene tendencia a preocuparse por ser juzgado por los demás cuando hace sus tareas. Anticipa negativamente su resultado y cuando su miedo, vergüenza o preocupación, es muy elevada, abandona y no lo intenta. Además en ocasiones tiene miedo a otros animales, a la oscuridad y a monstruos imaginarios.
A medida que avanzan las actuaciones, Amit va incorporando diferentes estrategias que Pipo le explica.
Algunas de ellas son respiración profunda, conciencia de la situación presente, reducir la intensidad de la emoción mediante el termómetro, identificar los pensamientos (bombillas rojas) que le provocan el miedo, saber gestionar sus pensamientos, etc.
Además de las estrategias que Amit ha aprendido en Little Circus, es aconsejable las siguientes pautas para ayudar a gestionar las situaciones relacionadas con el miedo, la vergüenza y la preocupación.
Pautas para fomentar la gestión emocional
1.Identificar y aceptar su emoción. Con frecuencia los adultos decimos las emociones que tienen que sentir : “no tengas miedo al perro, si no hace nada”, “que vergonzoso/a, van a pensar que eres un maleducado/a”.
Es una respuesta automática y normalizada que muchos adultos hacemos. En la medida de lo posible es importante darles alternativas para gestionar su emoción, en lugar de decirles cómo se tienen que sentir. “Entiendo que tengas miedo a la oscuridad, ¿es un miedo real? ¿Qué crees que puede haber o pasar? ¿Te acompaño para que compruebes que el miedo está en tu cabeza y no en el lugar oscuro?
Como hemos explicado anteriormente, hay miedos que son evolutivos y no es necesario forzar a enfrentarse a ellos. Si que es aconsejable, aceptar su miedo y orientar hacia la serenidad.
2.Ayudar a identificar la emoción como la causa de la situación. Por ejemplo si tiene mucha vergüenza y eso le hace no jugar con amigos/as, decirle: “por culpa de la vergüenza no has podido disfrutar con tus amigos. ¿de qué forma crees que lo podríamos hacer la próxima vez?”
En ocasiones, culpamos a los/as niños/as por sus emociones. Dar la vuelta y responsabilizar a la intensidad de la emoción. Esto nos ayuda a:
- Dar la posibilidad de mejorar: si controlo la emoción, mejora la situación.
- Responsabilizar a la intensidad de la emoción, no a vuestro/a hijo/a. Evitamos etiquetas: “es muy vergonzoso/a”, “es muy tímido/a”.
3.Identificar la emoción y ponerle una intensidad.
Sentir emociones no es negativo. Lo que realmente nos perjudica es la intensidad con la que las experimentamos. Por ese motivo aparece el termómetro de las emociones en las diferentes actuaciones de Little Circus.
- Es una forma gráfica de saber la intensidad con la que vivimos la emoción.
- Si utilizáis el termómetro, es importante ir recordando que le está subiendo la intensidad de la emoción. No es aconsejable hacerlo cuando ya es muy elevada ya que puede provocar el efecto contrario. Es decir, si observamos que su nivel es muy alto, es mejor dejar un espacio y esperar a que se reduzca.
- Posteriormente se puede dar alguna de las estrategias planteadas en las actuaciones de Little Circus.
https://littlecircus.es/